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El periodista José Ajero, especialista en NBA y NCAA, analiza al nuevo jugador fuenlabreño Taylor Smith



28 de agosto de 2013
Taylor Smith, con el sudor de su frente

Apostar de cero. Con referencias, vídeos y promesas. Pensado fríamente, es cosa de los que tienen y pueden. Es decir, si debajo del colchón hay mucho, por un poco que se quite, no se notará. Pero no se aplica al basket. Al menos, en España.

En un baloncesto de redes sociales y artes figurativas, hay que tener mil ideas para sobrevivir. Los grandes lo tienen fácil. No se especula. Más dinero para ir sobre seguro. Los tesoros de otro acabarán siendo los suyos. Ley del deporte.

Pero los grandes de espíritu no paran. Baloncesto Fuenlabrada vuelve a la carga. Mantiene una filosofía clave para el resto de clubes, arriesgar en la firma. Y la última apuesta vuelve a llamar la atención.

Taylor Smith es un pívot enano. De los que no llegan a dos metros en zapatillas, con cintura de avispa y un tren superior de peso pesado. Dicen que no para de sonreír y que es tan bueno en las pinturas como encajador de bromas en el vestuario.

Las sonrisas son mala marca cuando no ganas. Por eso saca los dientes cuando hace falta. Ganador nato. Cambió una universidad de segunda -Junior College- por otra pequeña, pero de primera división. Llevó a Stephen F. Austin y sus leñadores de camisas de cuadros a dos victorias seguidas en su temporada regular. Algo que no pasaba en el siglo XXI.

Se puede hablar en primera persona. Llevó. Es el ancla de una de las mejores defensas del país. De un país con más de 300 equipos en la primera división. No mide dos metros y puso casi tres tapones la pasada campaña. Creo que algo así se llama deseo.

En el suburbio de Schertz aprendió la disciplina militar que se estila en la zona. Al lado de San Antonio, quiso ser como Duncan y acabó siendo un David Robinson, bajo y cachas. Y de todas las veces que le dijeron que era bajo y lento, acabó aprendiendo el juego.

En los primeros párrafos hablé de pinturas. Término plural para denominar una y otra. Si es excelso en el tapón, denle la bola dentro y saldrá a marcar goles como pichichi. Sabe anotar y punto. Llegó a superar el 70% en tiros de campo la pasada campaña. Acabó unas décimas por debajo, pero fue mejor que los más de 5000 jugadores que juegan con él en la Division I de la NCAA.

El deseo, la sonrisa, el trabajo y las condiciones físicas. Hablamos de sus brazos y su cintura, y ahora, de sus piernas. Cojan su TV de plasma, LED o las de última generación. Pónganla en vertical y traten de saltarla por encima. Sin carrerilla. Smith dicen que salta 37 pulgadas, parado, a dos pies.

Jose Ajero, periodista de Digital +


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