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Nada mejor para pasar la página del partido del sábado que hacerlo de la mano de José Carlos Sánchez y su poecrónica. La poesía para explicar las emociones inexplicables del choque entre fuenlabreños y zaragozanos.



06 de mayo de 2019
Baloncesto en verso para pasar página

Es cierto esto que dicen de que la alegría

siempre va por barrios.

Una alegría traidora y miserable

que te abandona para irse, a los pocos segundos,

con el primero que quiso pegar primero

en una tarde de previa al día de todas las madres.

¡Qué buenos anfitriones somos!

¡Qué trato más amable!

Si el primer cuarto no hubiera existido

la alegría hubiera sido fiel al rojo Fuenlabrada.

Pero existió. Y la canasta de la discordia no fue.

Hay que saber reconocer las cosas

aunque duelan. Porque duelen.

Aunque quieran negarse. Escribirse.

Callarse. Ignorarse…

Y otras veces malearse hasta que la realidad

se transforme en algo parecido a lo que queremos escuchar.

En once nos quedamos.

No bastó la intensidad de Kemp volando a los aros.

Ni la vuelta del capitán Popovic

que se marchó antes de tiempo

provocando música de viento

en un Fortín entregado

por una “caricia” amable

al titán Okoye.

¡Qué bonito es ver encendido el pabellón!

Todo el mundo empujando hasta el último aliento

a un equipo redivivo

en pos de ese gran objetivo

que era una victoria más.

¡Ay, si no hubiera habido un primer cuarto!

¡Ay, si fuéramos peores anfitriones!

Hoy celebraríamos con versos

doce victorias, doce,

cómodos en el doce de la tabla

sin miedos el jueves a Málaga

y decididos a poner en casa

el domingo un nuevo broche

festejar ya con catorce

que seguimos, un año más,

entre los grandes del basket.

Me he guardado entre estos versos

cuatro décimas de tiempo

para sacarlas un día, si el corazón lo permite,

y ganar sin coste alguno

celebrando más canastas de Rowland

desde su casa…sonrisa puesta

y alegría del brazo, fiel a sus colores de siempre.




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Balón Liga Endesa 18-19 03.jpg 

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