Esta será la última crónica…
De la temporada, no del año, aunque ¿quién sabe?
Serán las últimas líneas dedicadas
a la referencia del equipo estos años.
“¡Oh capitán, mi capitán!”
Escribía Walt Whitman a Abraham Lincoln
en un famoso poema que recuperó para muchos
Robin Williams en la película
El club de los poetas muertos.
Eso digo yo ahora:
“¡Oh capitán, mi capitán!
He tenido la oportunidad de entrenar y jugar
junto a grandes jugadores a lo largo de mi vida deportiva.
La lista es larga.
Mucho más la que he disfrutado sobre las tablas
del Fernando Martín.
Pocos, quizá Salva Guardia, han conseguido conectar
con el sentir y la forma de vivir el baloncesto
de esta ciudad, mi irreductible aldea, como Marko
“el Incomparable” Popovic.
Si hubiéramos ideado un guion de cómo debería ser
una despedida perfecta,
no habría salido tan bonita como sucedió.
A veces, la realidad es mucho más bonita que la ficción.
Triple, desde más allá de nueve metros, sin tiempo,
para matar una prórroga, otra más, donde Tenerife
quería amargarle el cierre al capitán.
“¡Oh capitán, mi capitán!”
Lágrima en sus ojos, en los nuestros,
también se adivinaban en las de algunos rivales y cuerpo técnico
que rindieron su tributo en forma de aplauso y abrazo a un grande
de nuestra liga. A uno de los nuestros.
El partido fue una fiesta, eso lo sabíamos todos.
Tenerife se jugaba un playoff complejo
donde debía ganar y no dependía de sí mismo.
¿Nosotros?
Dar una alegría a una afición en una jornada
señalada como una de las de recordar a futuro.
Jugó un canterano. Disfrutó de buenos minutos
uno de los que está llamado a coger el relevo, Osas Ehigiator.
Noticia que gusta, emociona, pinta de versos
los pabellones y de colores las emociones de las gradas.
Noticias de las que animan a romper la puerta.
La misma que cerró, no sabemos hasta cuándo,
Marko Popovic, “el Incomparable”
“¡Oh capitán, mi capitán!”
Disfruta del merecido descanso junto a tu familia.
Pero recuerda:
Siempre serás… uno de los nuestros. |