El tiempo es buen consejero.
La espera y la paciencia recomiendan
acogerlas de buen grado en esto del baloncesto.
Quien ayer era diablo,
héroe venido a menos,
hoy recupera su estatus
obtiene otra semana de margen
con una canasta, un tapón
y un rebote salvador
que atenuaba viajes a la urgencia hospitalaria
y repartía una ilusión que nos rehuía, inclemente,
semana tras semana.
Un punto de ventaja para ganar a Mombús.
Insuficiente parece, al leerlo fríamente,
más aún si recordamos la renta casi de diecisiete
que llegamos a tener tras triple del Campeador,
Marko Popovic, mesías, de vuelta a su pabellón.
El del sábado fue un encuentro para volver al camino.
Para hacer las paces con la grada,
para batirse el cobre en la cancha
recuperar la identidad perdida
en los últimos partidos
y que la confianza acudiese a poner paz.
Los de Moncho Fernández, rivales comprometidos,
siempre plantean batalla,
nunca se van del partido.
Brodziansky era una pesadilla.
Anotaba desde dentro, anotaba desde fuera
y lo poco que fallaba lo recogía Llovet,
que para su equipo sumaba.
Los colectivos primaban en la primera mitad
por encima de las individualidades.
Pozas debió hacer algo mal
hacia el final del segundo cuarto.
No volvió a pisar la cancha. ¿Igual fue castigado?
Tras el descanso emergieron Marko y Vasileiadis.
Simons, Rupnik y Brodziansky no se quedaban atrás.
Pero si uno fue grande ese sin duda fue Clark.
Muchas veces cuestionado, con o sin razón, no sé.
Cada quién tendrá su versión, su opinión, sus gustos…
Para cada quién su qué.
En juego hay más que la Copa,
alejarse del descenso prima sobre cualquier otro premio.
Equipo, afición y técnicos saben
que no hay más empeño, ahora,
que cantar por veintidós
las temporadas que estamos participando
en Liga Endesa de ahora, antaño Liga ACB. |