Es pura esencia. Te podrán ganar por calidad, por altura o por otros condicionantes, pero por pasión y ganas, no. Es lo que pide, valora y premia de forma entusiasta la afición fuenlabreña. Y es lo que protagonizó ayer el Urbas Fuenlabrada. Claro que a nadie le gusta perder. Y acabas chafado cuando la derrota llega en el último segundo, literalmente, del encuentro. Pero tan solo un momento es lo que tardas a continuación en recobrar el orgullo por tu equipo y decirles a los jugadores: “chavales, así se puede perder”.
Y eso que el inicio no fue alentador. El Madrid había salido con la idea de abrir el mayor hueco lo antes posible y ponerse así el derbi de cara. Íbamos un metro por detrás de su circulación de balón y nos castigaban tanto con triples liberados como con continuaciones para cestas fáciles bajo el aro. Y, peor aún, también nos pillaban en contraataques demasiado sencillos. 10 – 25 en menos de seis minutos de juego. Mal pintaba el asunto.
Para entonces ya había entrado a la pista Dusan Ristic que prendió la mecha de la reacción gracias a que veía el aro como un océano. Diez puntos sin fallo hasta que tuvo que ser sustituido porque Tavares le propinó un codazo en el rostro que le hizo sangrar y le mandó al vestuario. Quien le sustituyó fue Chema González y este fue a su vez uno de los que puso en marcha la reacción defensiva. Le acompañaron en el empeño los Bagayoko, Novak e incluso Fernández, joven ala-pívot que debutó ayer en acb.
Y, por supuesto, un omnipresente Obi Emegano que apenas tuvo descanso y que capitaneó al equipo sin guardarse nada ni en ataque ni en defensa. Entre él y Ristic, que anotó un nuevo triple nada más retornar al parqué, dejaron claro que había mucho derbi por delante. El quinto triple del serbio nos ponía por delante poco antes del descanso. A partir de entonces el partido se vivió con tanta pasión como igualdad.
Las vibraciones iban y venían de la cancha a la grada, alimentándose mutuamente. Cada posesión era peleada por ambos equipos y jaleada por las dos aficiones, que había también un buen puñado de seguidores madridistas en el pabellón.
Con nuestros pívots jugando abiertos para sacar de la zona a las torres Tavares y Poirier, llegó el turno de Alexander que con un triple puso la máxima ventaja del Urbas Fuenlabrada (65 – 57). Suyos fueron nuestros últimos siete puntos del tercer cuarto que acabó 69 – 64.
Al último periodo entró mejor el Madrid, canastones de Llull incluidos (72 - 76), pero no nos amedrentamos y continuamos apretando en defensa. En nuestra ofensiva se agigantó de nuevo Emegano, autor de nuestros últimos nueve puntos, triplazo incluido para empatar el partido a 85 a falta de 18 segundos.
En el tiempo muerto decidimos defender para robar o llevar el partido a la prórroga forzando el error del Madrid. Lo hicimos bien, pero Llull abrió una rendija, llegaron nuestras ayudas y en la rotación quedó liberado Heurtel. El tiempo se agotaba, empero la pelota salió de la mano del galo a falta de apenas cuatro décimas de segundo, sonó el bocinazo con el balón en el aire… entró. Ganaron. Les felicitamos al final. Y nos quedamos con el orgullo de haberlo dado todo, tanto en la grada como en el parqué. Así se puede perder.
Departamento de Comunicación del Urnas Fuenlabrada.
Foto de Alba Pacheco. |