A veces te miro y no te reconozco, equipo.
Se desvencijan tus muros, se agrietan tus cimientos
y te asomas a un abismo al que no perteneces.
Subes a una montaña rusa de emociones
a la que nos invitas a montar contagiando la velocidad,
la falta de ideas, de respuestas y de repente…
El brío, la fuerza, la implicación, las ganas, el acierto,
la luz al final de la cueva.
A veces te miro y no te reconozco, afición.
Te impacientas, las dulces “pre uvas” se te agarran
a ese corazón tan rojo y apasionado como la camiseta
de nuestro equipo y te aprietan las pulsaciones,
los nervios, pierdes la esperanza, dejas de creer.
Cuando cada madrugón en la semana de trabajo,
cada esfuerzo económico para acompañar al equipo
en sus desplazamientos. Cada derrota, seguida
de una noche sin cena aderezada de disgusto,
te lleva a silbar a los tuyos en lugar de empujarlos,
como siempre, un paso más allá.
Me siento en mi butaca a contemplaros y no os reconozco.
La grada abarrotada, todo el papel agotado,
para celebrar el último encuentro del año en el Fernando Martín.
Nuevos nombres para devolver la ilusión, Kemp, Kravtsov,
Akognon… y llenar el hueco que dejan, enorme, Popovic y Nogueira.
Breogán llegaba en racha victoriosa.
Pero parecieron contagiarse uno y otro equipo de unas tremendas dudas.
Como si ganar no estuviera en su ideario,
como si el partido tuviera que perderlo el otro.
Hasta el trío arbitral sufrió de ese mal,
incluso los marcadores al final del encuentro,
antes de la primera prórroga, decidieron fundirse a negro…
Ahí se aplacó lo efusivo de una grada
que estallaría más tarde con el triple, desde su campo, de Paco Cruz.
Regresaron los que se marchaban.
O´Leary, lesionado, no volvió.
Kemp peleaba cada rebote.
Rupnik salía a la cancha pidiendo a los suyos más intensidad defensiva…
Ahí sí creí reconocer de nuevo a mi equipo, a mi gente,
a mi enorme y esforzada afición.
Millsap cometió un par de errores que nos daban opciones
de conseguir la victoria. Kravtsov luchaba bajo tableros
contra los enormes Brown y Jordan. Lezcano se percató
de que, para la épica, los viejos roqueros son el arma perfecta.
Sergi Vidal a pista, para Lugo se fue la fiesta.
Dos prórrogas para conocer el nombre del vencedor.
Posesión al final de la última para un tiro ganador.
La suerte, el acierto, no lo sé, fue esquivo esta vez.
La emoción y la alegría que por un instante inundó
devolviendo el color a las gradas del pabellón
se transformó en decepción, abatimiento…tristeza.
Pero ¿sabéis una cosa? Equipo, afición…
Aquí, hoy, solo se acaba el año, no los sueños,
ni las temporadas…
Aquí, hoy, solo comienza la cuenta atrás
para un próximo partido, una nueva oportunidad.
El día 6, día de magia, regalaos un reencuentro.
Ambos.
Y volved a vibrar y emocionar juntos.
Equipo, afición…devolvedme mi alegría, mi seña de identidad…
Regaladme, nuevamente, el orgullo de gritar
FU-EN-LA-BRA-DA.
Hoy, volvemos a empezar. |